miércoles, 12 de mayo de 2010

DISQUICIONES

LAS MANIFESTACIONES FESTIVAS Y SUS DETRACTORES

Cada vez que se acerca la fecha de conmemorar nuestra independencia (11 de Noviembre), los actores festivos tenemos que enfrentar la misma férrea oposición de los círculos de poder de la ciudad, que no ha abandonado el rezago colonial de perseguir las manifestaciones festivas y folclóricas del pueblo, prueba irrefutable de los que digo están consignadas tanto en la historia remota como reciente de la ciudad. Desde la Colonia, las “Señoras de alcurnia” españolas por cierto y después sus descendientes, se quejaban ante sus maridos y autoridades de la época (Obispos, Gobernadores, Comandancia del Regimiento del Fijo) del insoportable ruido de los tam, tam de los tambores en lo alto del cerro de la popa para la fecha de la fiesta a la Virgen de La Candelaria, pero bien que se gozaban los desfiles de los Cabildos de Negros Lengua Raza y Nación, en donde emperifollaban a las negaras a su servicio, para lucir su Status Quo, pero les parecían “indecentes” las morisquetas y los bailes de noche, así aparecen consignados en diversos registros históricos del Archivo de Indias que reposa en Sevilla España, (¿Cuándo será que un gobierno colombiano tendrá las güevas bien puestas y reclame la entrega incondicional de tal archivo y este repose en Cartagena de Indias?) tal persecución inmisericorde continuó después en la época Republicana y en 1917 aparece un articulo de prensa en el Diario de La Costa, en donde denuncia el columnista: lo impropio, incivilizado e inculto de unos bailes en paruma que se presentaron en el Parque del Centenario, evocando lo ridículo de tales manifestaciones que nos colocaba a la altura de las costumbres bárbaras antes de la conquista española, nótese el tono altisonante e intolerable de la época. Yo creo que al baile que se refería el columnista de marras era al mapalé, aunque no estoy muy seguro, pues si bien es cierto que el negro y el mulato pecador a orillas del río vestía informalmente, también es verdad que el rigorismo impuesto por el español le impedía ser impúdico, so pena de un castigo exagerado, lo cual se refleja en el vestir hoy día de aquellos descendientes de esclavos y mulatos que se trajean de blanco, por aquello de la imposición cultural española de blanquear la cultura africana.
Esta persecución inmisericorde desde la Colonia hasta nuestros días sigue siendo tal que los Carnavales de Febrero que se realizaban aquí una vez finalizaban las fiestas a la Virgen de La Candelaria, se fueron poco a poco con sus Congos, Garabatos y demás que hoy muestran los barranquilleros con orgullo, como suyas. La única que pervive es la Danza de Los Gallinazos, hoy a punto de extinguirse del todo del mapa festivo local y regional. El desfile de La Independencia y los Cabildos y Carnavales de Barrios son ahora el blanco de una sociedad intolerante y excluyente, de un reducido número de “ciudadanos bien” enquistados en el poder local en Secretarías y Entidades Descentralizadas del Orden Distrital, tales como: el DATT, Gerencia de Espacio Público, Alcaldías Locales, y que cuentan con el apoyo de la Policía Nacional, léase Coronel Barrera, para quienes nuestras manifestaciones festivas son bárbaras y vandálicas, atentan contra el buen orden de la ciudad, su movilidad, su tranquilidad y un largo etc.
El desarrollo de un pueblo se mide por su cultura y sus manifestaciones. La nuestra, como esencia Caribe que es, es la fiesta (que no significa caos), que construye ciudadanía y ciudad, pues allí están las identidades, las memorias, los imaginarios y la construcción de inclusión, tolerancia y respeto. Los Cabildos y Carnavales de Barrios, son un ejercicio democrático de la Sociedad Civil Organizada que en lo paródico y lo lúdico subvierte el orden del establishment, quizá por eso es que no le gusta a la Policía y a los esbirros de las élites locales, lo más triste y paradójico es que algunos personajes dizque líderes de los sectores populares, sean los que con más ahínco se oponen a la realización de estas manifestaciones festivas, con el consabido dicho: “es que perturban la tranquilidad de los vecinos” copiado al píe de la letra como eslogan de campaña, desde los altavoces de las emisoras áulicas de esta élite criolla desteñida y tardía, decimonónica que gobierna y rige los destinos de una ciudad atávica, que existe para el mundo por su “coralito de piedra”.
Como diría una amiga mía antropóloga: “entre más cerca estemos de las murallas, más esclavos nos sentimos”. Nuestro reto es librar la última batalla en contra del colonialismo mental que tenemos, estertores de una élite que busca a toda costa que España los reconozca como españoles americanos, triste realidad de a puño que tenemos que afrontar los nuevos Pedro Romero del siglo 21.

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